jueves, 14 de mayo de 2009

ALCAÑIZ





Siempre me han enamorado los pueblos con río y hasta bien poco casi todos vivían de espalda a ellos. En Alcañiz tenemos la posibilidad de acompañar al Río Guadalope desde que inicia su entrada en la ciudad saltando el azud construido en el siglo XII hasta la zona de masicos y huertas camino de su desembocadura en el Ebro. Es mi foto preferida de Alcañiz, en lo alto el Castillo de los Calatravos, en plano medio las abigarradas casas del barrio del Loreto y el río en primer plano.

Cuando éramos críos muchos nos bañábamos en él, eso si, con chanclas o zapatillas viejas para no clavarnos las piedras y poder subir fácilmente a la roca del pozo de los 7 ahogados para después lanzarnos al agua. Ahora nos hemos vuelto pijos y quién no tiene piscina en los masicos prefiere otras opciones de refresco estival. Todo cambia.

Los pasadizos que tantas veces enseñé cuando trabajé en la Oficina de Turismo desembocan también en el río, era una vía de escape en épocas de guerras y conflictos. De hecho en alguna ocasión he escuchado a personas mayores, entonces jóvenes, contar como con velas se adentraban a través de ellos hasta que las filtraciones de agua ahogaban el deseo de llegar al otro lado.

Las gentes de Alcañiz varias veces al año nos juntamos de manera extraordinaria en sus orillas, una para las fiestas de Septiembre y otra para celebrar San Jorge con una gran judiada. Recuerdo como hace años, cuando se celebraban las famosas carreras de coches, los turistas acampaban con sus casetas de campaña cerca de la Glorieta. Era síntoma de que la celebración estaba cerca y entre los amigos comentábamos, que ya habían llegado los foráneos.

Un poco más adelante y con el Guadalope en calma total, una alcañizana gitana fallecida, una artista del mimbre, recogía cada sábado los juncos de sus orillas con los que confeccionaba todo tipo de cestas y elementos de decoración, posteriormente los vendía llamando puerta por puerta. Muchos vecinos hemos tenido uno de sus cestos donde guardar los caracoles que íbamos a buscar cuando llovía.

En sus orillas también existe un importante patrimonio arquitectónico como los Torreones, la Fuente de los 72 caños, el Molino Alto o una antigua fábrica de papel que enterró una riada durante siglos. Hoy todas estas construcciones vacías de contenido lucen recuperadas eso sí y muestran la riqueza que a lo largo de la historia se construyó al lado del río Guadalope a su paso por Alcañiz. Una vez más se demuestra eso de que los ríos dan mucho más de lo que reciben por las ciudades por donde pasan.



Oscar Morera. http://echandoelvermut.blogspot.com/


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